domingo, 6 de marzo de 2016

ANTROPOLOGÍA EN HEIDEGGER



Ninguna época ha logrado tantos y tan dispares conocimientos sobre el hombre como la nuestra... Y, sin embargo, ninguna otra época como la nuestra ha sabido tampoco sobre el hombre. Pues jamás ha sido el hombre tan problemático como ahora.

Tomado de: HEIDEGGER, M. (1993), Kant y el problema de la metafísica, Madrid.


SER-EN-EL-MUNDO:


Heidegger rechaza el planteamiento de Descartes, del hombre como un "YO" racional, como una conciencia cerrada. Además rechaza el planteamiento de este mismo autor quien ve el mundo como una extensión.

Heidegger concluye que la conciencia humana no es cerrada ni extraña al mundo. El hombre es un ser-en-el-mundo y la conciencia es referente al mundo vital.

Heidegger describe las características fundamentales o dimensiones constitutivas de la existencia humana en cuanto ser en el mundo, son: el estar orientado hacia el mundo, el estar en el mundo, el ser con los otros, la posibilidad de comprender el propio lugar, la posibilidad de realizarse y proyectarse, y la razón o posibilidad fundamental de articular y de ordenar. La existencia puede ser auténtica o inauténtica. Globalmente y en su conjunto, la existencia humana se define como preocupación, como angustia y, finalmente, como angustia de la muerte o ser para la muerte.

GEVAERT, Joseph (200313), El problema del hombre, Salamanca: Ediciones Sígueme, pp. 130.


SER-PARA-LA-MUERTE:

Para Heidegger la muerte no es una realidad meramente extrínseca que sobreviene a una existencia ya realizada y establecida. El carácter inevitable de la muerte radica  ya desde el comienzo en la estructura ontológica de la existencia. Por eso la existencia humana puede definirse esencialmente como ser-para-la-muerte. Es decir, el ser humano está abocado a la muerte.

La estructura de la muerte radica en que la existencia es básicamente preocupación y angustia. La angustia fundamental y profunda de la experiencia humana es la angustia de la muerte. No es un simple miedo ante un peligro parcial que se puede localizar fácilmente, sino que la angustia tiene que ver con el ocaso de mi ser y, por tanto, con la pérdida total de mi existencia. La angustia es el horror de la nada. La irrupción de la angustia en la existencia es una posibilidad continua.

Hay, sin embargo, mucha gente que no manifiesta ningún síntoma de esta angustia mortal. Más aún, huye de ella procurándose todo tipo de distracciones. Así piensa sobre todo la masa. Se intenta reducir la muerte a un hecho banal y cotidiano. En el fondo no es más que una forma de no pensar en ella y de evitar pensar en ella.

Que la muerte sea una dimensión constitutiva de la existencia no nos autoriza a interpretarla o considerarla como una especie de existencia consumada y madura. La muerte no es en absoluto una consumación. Es sencillamente el ser en su final. Aun cuando la muerte es la suprema posibilidad del hombre, se trata siempre de la imposibilidad de la posibilidad humana.

¿Es pues, absurda la vida? No, Heidegger rechaza el suicidio. Hay que esperar la muerte, esto es, anticipar mentalmente la muerte inevitable y comprender a la luz de esta muerte las posibilidades del momento. Saber que la muerte llegará no es una forma de esperanza, sino su ausencia. Todas las posibilidades, todos los proyectos concretos, todos los trabajos parciales... quedan como revestidos por un velo de nulidad y vanidad. La muerte es la extinción de todas y cada una de las posibilidades, y vacía en cierto modo de contenido todos los compromisos históricos y terrenos.

El propio hombre es la nada y vanidad ante la muerte. El mundo en que habita el hombre se niega a ser un verdadero hogar. El mundo es inhóspito para el hombre, que no es más que ser-en-el-mundo. Sólo en la grandeza trágica y solitaria frente a la muerte, puede encontrar el hombre durante breve instantes una autenticidad provisional.

GEVAERT, Joseph (200313), El problema del hombre, Salamanca: Ediciones Sígueme, pp. 291-292.

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